La historia de la Aromaterapia comenzó con el hombre de Neanderthal.
En 1975 se descubrió en Irak un esqueleto de sesenta mil años, al lado de este hombre llamado Shanidar IV se encontraron depósitos de polen, hierba, cana y jacinto racimoso. Los arqueólogos piensan que eran un chaman o un líder religioso muy avanzado en el estudio de la botánica.
En uno de los antiguos manuales de medicina, escrito en el año 2OOO a. de C., el emperador chino Kiwang-ti describía las propiedades curativas del ruibarbo y la granada.
Y aún antes, los jeroglíficos dan cuenta de que los egipcios usaban plantas medicinales en el proceso de momificación, y que sus sacerdotes, que eran médicos de la época, prescribían mirra como antiinflamatorio, y también para deleitar el olfato y agradar a los dioses.
Pero el primer aromaterapeuta de la historia fue el griego Teofrasto, que escribió un tratado guía: "Relativo a los olores", en el cual analizaba los efectos de los distintos aromas en el pensamiento, el sentimiento y la salud.
Dice Martha Szaga, especialista en aromaterapia:
"Los olores siempre han tenido relación con la divinidad, y se utilizaron en las grandes ceremonias. Los tres Reyes Magos le ofrendaron al niño Jesús además de oro, incienso y mirra. El incienso calma el estrés físico y despierta la conciencia del alma: mientras que el aroma del segundo calma los miedos y resuelve la ansiedad sobre el futuro".
La historia guarda otra infinidad de anécdotas que entremezclan vidas y aromas.
En la Edad Media las cofradías de boticarias que se establecieron en el norte de Europa, jugaron un papel importante durante los trágicos días de la peste negra. Quemaban incienso resinoso de pino ciprés y cedro en las calles, habitaciones de los enfermos y en los hospitales. Los perfumistas que proveían el incienso resultaron inmunes a la enfermedad que arrasó con buena parte de la población. En la actualidad, pruebas científicas han confirmado la acción antibacteriana de esos aceites esenciales naturales.
Pero la aromaterapia moderna nació en Francia, en 1928, por accidente. Un químico francés, René Gattefosse se quemó la mano en su laboratorio, recordó que la lavanda curaba quemaduras y sumergió la mano en lavanda pura. Se curó tan rápidamente que comenzó sus investigaciones para establecer cómo los aceites esenciales penetran por la nariz y la piel, y actúan sobre el sistema nervioso.
González Firpo, quien se formó en la Argentina y en Inglaterra, cuenta: "Los pacientes consultan por diferentes síntomas: dolores musculares, contracturas, tensiones, dificultades para dormir, cansancio crónico, falta de energía. Después de un cuestionario sobre su estilo de vida, alimentación y actividad, el aromaterapeuta está en condiciones de seleccionar los aceites esenciales adecuados para cada persona, y cada caso en particular."
Estos aceites pueden pasar a formar parte de la preparación que se utiliza en un masaje; o ser inhalados a través de un pequeño vaporizador de vela, o aromatizar las aguas de un baño de inmersión. Lo importante es que a partir de allí una sinfonía de aromas plácidos y bellos lo envuelve, devolviéndole bienestar, serenidad.
Martha Szaga afirma: "La madre tierra guarda sus dones en la energía de sus frutos, de sus flores, sus hierbas, sus maderas, depende de sus aromas y de cómo los utilicemos que podamos recuperar la magia natural de los aromas." La única precaución es utilizar aromas realmente naturales. En aromaterapia las "falsificaciones" son frecuentes, un aroma artificial simplemente anula el tratamiento, porque los aceites de las plantas tienen componentes químicos particulares, que no se pueden reproducir en laboratorios.
La divulgación de esta terapia holística recién comienza en América, pero en Francia ya está reconocida oficialmente y en Gran Bretaña sus principios se utilizan en sanatorios y hospitales, para contribuir a la recuperación de los pacientes.
El poeta Kabir decía:
"En tu cuerpo está el jardín florido. Siéntate en los mil pétalos del loto y aspira desde allí la belleza infinita".
Y tal vez tenga razón: el olfato parece ser el sentido que más nos conecta con nuestra intimidad, con los silencios enriquecedores del alma.
En 1975 se descubrió en Irak un esqueleto de sesenta mil años, al lado de este hombre llamado Shanidar IV se encontraron depósitos de polen, hierba, cana y jacinto racimoso. Los arqueólogos piensan que eran un chaman o un líder religioso muy avanzado en el estudio de la botánica.
En uno de los antiguos manuales de medicina, escrito en el año 2OOO a. de C., el emperador chino Kiwang-ti describía las propiedades curativas del ruibarbo y la granada.
Y aún antes, los jeroglíficos dan cuenta de que los egipcios usaban plantas medicinales en el proceso de momificación, y que sus sacerdotes, que eran médicos de la época, prescribían mirra como antiinflamatorio, y también para deleitar el olfato y agradar a los dioses.
Pero el primer aromaterapeuta de la historia fue el griego Teofrasto, que escribió un tratado guía: "Relativo a los olores", en el cual analizaba los efectos de los distintos aromas en el pensamiento, el sentimiento y la salud.
Dice Martha Szaga, especialista en aromaterapia:
"Los olores siempre han tenido relación con la divinidad, y se utilizaron en las grandes ceremonias. Los tres Reyes Magos le ofrendaron al niño Jesús además de oro, incienso y mirra. El incienso calma el estrés físico y despierta la conciencia del alma: mientras que el aroma del segundo calma los miedos y resuelve la ansiedad sobre el futuro".
La historia guarda otra infinidad de anécdotas que entremezclan vidas y aromas.
En la Edad Media las cofradías de boticarias que se establecieron en el norte de Europa, jugaron un papel importante durante los trágicos días de la peste negra. Quemaban incienso resinoso de pino ciprés y cedro en las calles, habitaciones de los enfermos y en los hospitales. Los perfumistas que proveían el incienso resultaron inmunes a la enfermedad que arrasó con buena parte de la población. En la actualidad, pruebas científicas han confirmado la acción antibacteriana de esos aceites esenciales naturales.
Pero la aromaterapia moderna nació en Francia, en 1928, por accidente. Un químico francés, René Gattefosse se quemó la mano en su laboratorio, recordó que la lavanda curaba quemaduras y sumergió la mano en lavanda pura. Se curó tan rápidamente que comenzó sus investigaciones para establecer cómo los aceites esenciales penetran por la nariz y la piel, y actúan sobre el sistema nervioso.
González Firpo, quien se formó en la Argentina y en Inglaterra, cuenta: "Los pacientes consultan por diferentes síntomas: dolores musculares, contracturas, tensiones, dificultades para dormir, cansancio crónico, falta de energía. Después de un cuestionario sobre su estilo de vida, alimentación y actividad, el aromaterapeuta está en condiciones de seleccionar los aceites esenciales adecuados para cada persona, y cada caso en particular."
Estos aceites pueden pasar a formar parte de la preparación que se utiliza en un masaje; o ser inhalados a través de un pequeño vaporizador de vela, o aromatizar las aguas de un baño de inmersión. Lo importante es que a partir de allí una sinfonía de aromas plácidos y bellos lo envuelve, devolviéndole bienestar, serenidad.
Martha Szaga afirma: "La madre tierra guarda sus dones en la energía de sus frutos, de sus flores, sus hierbas, sus maderas, depende de sus aromas y de cómo los utilicemos que podamos recuperar la magia natural de los aromas." La única precaución es utilizar aromas realmente naturales. En aromaterapia las "falsificaciones" son frecuentes, un aroma artificial simplemente anula el tratamiento, porque los aceites de las plantas tienen componentes químicos particulares, que no se pueden reproducir en laboratorios.
La divulgación de esta terapia holística recién comienza en América, pero en Francia ya está reconocida oficialmente y en Gran Bretaña sus principios se utilizan en sanatorios y hospitales, para contribuir a la recuperación de los pacientes.
El poeta Kabir decía:
"En tu cuerpo está el jardín florido. Siéntate en los mil pétalos del loto y aspira desde allí la belleza infinita".
Y tal vez tenga razón: el olfato parece ser el sentido que más nos conecta con nuestra intimidad, con los silencios enriquecedores del alma.
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