lunes, 2 de enero de 2012

LA NATURALEZA DEL AMOR, Jiddu Krishnamurti


Pretender sentirse a salvo en la relación inevitablemente engendra sufrimiento y temor. Esta búsqueda de seguridad es una invitación a la inseguridad. ¿Han hallado ustedes alguna vez seguridad en alguna de sus relaciones? ¿Sí? La mayoría de nosotros deseamos la seguridad de amar y de ser amados, pero ¿existe amor cuando cada uno de nosotros busca su propia seguridad y sigue su propio camino particular? No somos amados porque no sabemos cómo amar. ¿Qué es el amor? Esta palabra está tan recargada y viciada que apenas me gusta usarla. 

Todo el mundo habla del amor: revistas, periódicos y predicadores hablan del amor sin cesar. Amo a mi país, amo a mi rey, me encanta ese libro, me gusta aquella montaña, amo el placer, amo a mi esposa, amo a Dios. ¿Es el amor una idea? Si lo es, puede ser cultivada, alimentada, acariciada, dirigida y retorcida como les plazca. Cuando dicen que aman a Dios, ¿qué es lo que esto significa? Significa que aman una proyección de su propia imaginación, una proyección de sí mismos, revestida de ciertas formas de respetabilidad de acuerdo con lo que piensan que es noble y sagrado. 

Cuando adoran a Dios, se están adorando a sí mismos -y eso no es amor. Al no poder aclarar esta cosa humana llamada amor, nos refugiamos en abstracciones. El amor puede que sea la solución última y definitiva de todas las dificultades del hombre, de todos sus problemas y afanes. ¿Cómo llegaremos pues a descubrir lo que es el amor? ¿Con una simple definición? La iglesia lo ha definido de una manera, la sociedad de otra, y existen toda clase de desviaciones y perversiones. Adorar a alguien, acostarse con alguien, el intercambio emocional, el compañerismo... ¿es eso lo que entendemos por amor? Esto ha norma, el patrón; pero ha resultado tan tremendamente personal, tan sensual y limitado que las religiones han declarado que el amor es mucho más que eso. 

Ven que en lo que ellos llaman amor humano existe placer, competitividad, celos, deseos de poseer, de retener, de controlar y de interferir en el modo de pensar del otro. Y conociendo la complejidad de todo esto dicen que tiene que haber otra clase de amor: divino, bello, intacto, incorrupto. En todo el mundo, los que la gente suele llamar hombres santos han sostenido que mirar a una mujer es absolutamente malo; dicen que uno no puede acercarse a Dios si se recrea en el sexo; por esta razón lo dejan de lado, aun cuando el sexo les devora. 

Pero al negar la sexualidad se sacan los ojos y se cortan la lengua, porque niegan toda la belleza de la tierra. Han dejado morir su corazón y su mente; son seres humanos resecos; han desterrado la belleza, porque la belleza va asociada con la mujer. ¿Puede el amor dividirse en sagrado y profano, humano y divino, o existe sólo amor? ¿Es el amor de uno sólo o no de muchos? Si digo: "Te amo", ¿excluye esto el amor hacia otros? ¿Es el amor personal o impersonal? ¿Moral o inmoral? ¿Familiar o no-familiar? Si uno ama a la humanidad, ¿puede amar lo particular? ¿Es el amor un sentimiento? ¿Es una emoción? ¿Es el amor placer y deseo? 

Todas estas preguntas indican -¿no es cierto?- que tenemos ideas sobre el amor, ideas acerca de lo que el amor debería ser o lo que no debería ser. Dividir cualquier cosa en lo que debería ser y lo que es, es el modo más engañoso de habérselas con la vida.  

PARTE I

 PARTE II

 PARTE III 

 PARTE IV 

 PARTE V

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